LA GRAN HUELGA DE LAS BANANERAS


La Gran Huelga de las Bananeras

El 7 de octubre fue presentado el Pliego tanto a la Compañía como al Gobierno, pensando que este último haría la función de árbitro imparcial. Pero la respuesta inmediata fue recitar una resolución proferida años atrás donde decía: “Los trabajadores de los contratistas no hacen parte de la empresa, por no existir entre ellos y el patrono un vinculo jurídico”. La misma respuesta de los empresarios hoy en día ante las reclamaciones de los trabajadores tercerizados.
El 10 de noviembre la United Fruit Company comienza a contratar esquiroles para cortar y embarcar la fruta de la zona. La misma táctica de Avianca en la pasada Huelga de los Pilotos.
El 12 de noviembre se inicia la Huelga y se fijan carteles comunicando la decisión, en uno de los cuales se leía: “Esta HUELGA es el fruto del dolor de miles de trabajadores explotados y humillados día y noche por la Compañía y sus agentes. Ésta es la prueba que hacen los trabajadores en Colombia para saber si el gobierno nacional está con los hijos del país, con su clase proletaria, o contra ella y en beneficio exclusivo del capitalismo norteamericano y sus sistemas imperialistas. Vamos todos a la HUELGA”. Y en verdad que con su heroico sacrificio, los obreros bananeros mostraron en los hechos que no solo el gobierno nacional sino todo el Estado, el mismo de hoy, es una dictadura de la burguesía y los terratenientes, es un Estado pro-imperialista hasta los tuétanos.
A la Huelga se vincularon las familias de los trabajadores, y como medida para persuadir a los compañeros que seguían trabajando, se hicieron campamentos en las plantaciones. Contrario al sindicalismo burgués de las Centrales que cuando no pueden impedir una Huelga, aíslan a los huelguistas de sus familiares y hasta de las mismas instalaciones de la empresa, y las carpas que deben ser aulas de educación y de organización del combate, las convierten en sitios de juerga, licor y juegos.
También los habitantes de la zona se vincularon a la Huelga, por solidaridad con sus hermanos y porque las peticiones beneficiaban a todos. Así, sumaron 32.000 los huelguistas dispuestos a pelear el Pliego presentado. Qué gran distancia entre la verdad histórica y la mentira de la díscola burra María Fernanda para quien “era muy difícil encontrar siquiera 3.000 trabajadores en la zona”.
Inmediatamente la United Fruit Company cruza un mensaje telegráfico con el Gobierno donde dice: “Desde hace varios días elementos irresponsables, desvinculados absolutamente de gremios trabajadores obreros de esta compañía, han venido planeando movimiento que bajo el nombre de huelga han hecho cristalizar desde las primeras horas de ayer. Trátase de verdadero motín, pues patrullas recorren la región bananera concitando desorden, amenazando con asesinato demás trabajadores que voluntariamente desean concurrir al trabajo, impidiéndoles violentamente ejercer libre derecho. Estimo esta situación revuelta peligrosa, extremadamente grave…”.
El Gobierno lacayo y arrodillado de inmediato atiende la orden de los imperialistas. El Ministro de Guerra ordenó al general Carlos Cortés Vargas desplazar tres batallones a la zona bananera, bajo el pretexto de “Amparar trabajadores pacíficos que están siendo hostilizados e instigados por revoltosos que actúan en la zona… y para asegurar la conservación del orden público”, la misma palabrería que utilizan hoy los gobernantes cuando envían al Esmad contra los paros y manifestaciones de los trabajadores.
Durante 23 días, hasta el 5 de diciembre, se paró la producción en la zona bananera, tiempo en el cual también el genocida Cortes Vargas estableció sus cuarteles en Santa Marta, estacionó tropas en Ciénaga, Aracataca, El Retén, Fundación y Orihuela. Custodió el ferrocarril y los campos intimidando a los huelguistas e infundiendo terror en la zona que era recorrida por el tren lleno de ejército y de trabajadores capturados para chantajear a los huelguistas, con la devolución de los presos a cambio de finalizar la Huelga.
El 16 de noviembre un Inspector de Trabajo al servicio del Estado, afirmó que la Huelga era legal por lo cual fue encarcelado por el General, quien sí permitió que días después fueran dos representantes del Gobierno a solicitar el desmonte de la Huelga, el retiro de las peticiones sobre el descanso dominical remunerado y el pago en vales, y el aplazamiento de los puntos sobre la seguridad social y la compensación por accidentes. Los trabajadores no conciliaron. Se mantuvieron firmes en la Huelga y en su Pliego.
Representantes del Gobierno y de la Compañía se confabularon para romper la Huelga a fuerza de contratar más esquiroles y protegerlos para sacar producción de las tierras, ardid que fue denunciado y difundido por los huelguistas, acordando hacer una manifestación el 6 diciembre contra el Gobierno y la United Fruit Company. Desde el día anterior 3.000 entre trabajadores, familiares y habitantes de la zona, acamparon en la plaza de la Estación de Ciénaga, rodeados de 300 soldados armados con ametralladoras.

A las 11:30 de la noche del 5 de diciembre, las tropas recibieron la autorización para matar con el decreto legislativo Nº 1 de 1928 que declaraba la ley marcial en la provincia de Santa Marta y nombraba como jefe civil y militar al genocida General Cortes Vargas, quien marchó con sus tropas a la plaza y a la 1 y 30 de la madrugada del 6 de diciembre, leyó el decreto que prohibía asambleas de más de tres personas y dio la orden de dispersión. Los huelguistas y sus familias no creían que los soldados fuesen a disparar. Les arengaron con consignas que chocaban con los sonidos de la corneta que ordenaba dar comienzo a la Masacre para romper a fuego de metralla la Huelga de los obreros bananeros y ahogar en sangre a sus heroicos protagonistas. Cundió la desorganización entre los huelguistas que pudieron salvar sus vidas y reinó el terror estatal que llevó la Masacre más allá de los límites de la plaza, a las calles y los campos, con torturas y consejos de guerra a los apresados, con la utilización de los vagones y camiones que antes habían traído las tropas, ahora de devuelta repletos de cadáveres con destino a las fosas comunes, a la ciénaga y a los buques para desaparecerlos mar adentro. El ejército dejó 9 muertos en la plaza en dantesca burla por los 9 puntos del Pliego. El Gobierno reconoció cientos de muertos, la Compañía más de 1.000 y los historiadores cuerdos admiten que fueron no menos de 1.400. Esta Masacre fue el bautizo a sangre y fuego de la Clase Obrera colombiana, de la misma forma como fuera bautizada la clase obrera chilena en Iquique con la Masacre de los obreros del salitre en 1908; con el mismo terror del bautizo de fuego de la clase obrera ecuatoriana el 15 de noviembre de 1922 en la Masacre de los trabajadores de la Provincia de Guayas. En verdad que como dijera Carlos Marx “el capitalismo nace chorriando sangre por todos sus poros”.

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