El Movimiento Sindical y la Farsa Electoral
Los trabajadores son la base de la sociedad, la
fuerza productora de la vida material indispensable para la supervivencia de la
humanidad, una clase social tan importante no puede mantenerse al margen de los
acontecimientos políticos del mundo.
En el caso concreto de Colombia se puede decir
que desde el surgimiento, la clase obrera ha tenido una participación activa y
determinante en los fenómenos políticos y sociales del país, una veces ha
perdido la independencia política, ideológica y organizativa, ha caído en la
trampa de las elecciones, también ha marchado a la cola de las clases
dominantes utilizada para ayudarle a conseguir sus objetivos; en otras
ocasiones ha tenido la capacidad de reflexionar sobre su situación particular,
así ha recuperado su independencia y utilizado la fuerza de sus principales
armas tales como la organización y la movilización de las vastas masas
proletarias, así ha conseguido frenar las fuertes arremetidas del capital y ha
conquistado derechos laborales, civiles y políticos por medio de la lucha
directa haciendo trizas la errónea concepción de “la transformación social a
través del voto” proclamada por las clases dominantes.
La historia del movimiento obrero colombiano ha
sido marcada por el repudio generalizado a la farsa electoral, esta es la forma
espontánea de rechazo a la violencia institucionalizada por el Estado burgués
en contra las masas trabajadoras.
El movimiento sindical como parte del
movimiento obrero ha sido participe de estos periodos de avance y retroceso. Ha
tenido períodos de lucidez tales como el sindicalismo heroico (1880/1930) y el
sindicalismo independiente (1960/76) en los cuales se ganaron y defendieron las
mejores conquistas de los trabajadores colombianos. También ha tenido periodos
como el actual, caracterizado por el predominio de las ideas burguesas en la
dirección del movimiento obrero, las cuales han conducido a la partida de derechos
y garantías.
La orientación de estos dirigentes ha permitido
que los combates obreros fracasen conduciéndolos sistemáticamente a cometer
errores que desde medio siglo atrás habían sido superados por el movimiento
obrero, se implantó desconfianza en la lucha y confianza en que las entidades
del Estado le dará la victoria que otrora le dieron sus propias fuerzas; se
forja la idea de que un congresista será más efectivo que las fuerzas vivas de
la clase obrera.
El sindicalismo burgués, salido de la dirección
de las centrales sindicales y de los grandes sindicatos desaparecidos está
compuesto en su mayoría por cuotas políticas de los partidos llamados de
izquierda a quienes solo les preocupa la pugna interna entre facciones por el
dominio de su feudo electoral, rebajando la democracia sindical al nivel de la
más burda politiquería, con intrigas, traiciones, acuerdos por debajo de la
mesa para ganar puestos burocráticos; un sindicalismo con estas características
no garantiza los intereses de las bases obreras, solo obedece a las agendas
políticas y electorales de sus respectivos jefes políticos, que a la vez
responden a satisfacer intereses de sus patrocinadores, no en vano levantan
consignas en defensa de los empresarios y de sectores económicos históricamente
reaccionarios como los ingenios azucareros, llevando a los obreros a
movilizarse en defensa de sus propios opresores.
En conclusión la burguesía llama a los
trabajadores a participar de la farsa electoral, a renunciar a la lucha de
clases y abrazar la fantasía de la conciliación de clases, para que este
llamado no produzca desconfianza se usan como portavoces en el seno del
movimiento sindical a los falsos y oportunistas dirigentes.
Es necesario que el obrero de base comprenda
que participar en la farsa electoral es ayudar a sostener este irracional
sistema de explotación llamado capitalismo, que cuando renuncia a la lucha
directa renuncia al cambio real de la sociedad y se prolonga la explotación
asalariada a la cual se encuentra sometido él y sus hermanos de clase.
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