Hoy se necesita un paro nacional como el de 1977



El 14 de septiembre se conmemoran 40 años del llamado “paro del 77” ocasionado por la crisis económica, política y social que se vivía en Colombia para el tercer año del gobierno de López Michelsen, este presidente elegido con gran demagogia después de finalizar el Frente Nacional, exacerbó las condiciones de desigualdad social, aumentó la inflación, eliminó subsidios, elevó tarifas en servicios públicos, incrementó el desempleo, propuso una lesiva reforma laboral, congeló la reforma agraria, entre otras medidas económicas que afectaban directamente a las masas trabajadoras; por otro lado estaba empeñado en convertir a Colombia en el Japón de Suramérica, que no era nada distinto a favorecer a los grandes capitales, beneficiando y consolidando los monopolios tanto nacionales como extranjeros.

En este periodo presidencial el Estado era el principal violador de los derechos laborales, por tanto los empleados estatales, entre ellos los maestros se vieron muy afectados, como era un periodo donde existía una más elevada conciencia política en los trabajadores, hasta los estudiantes de primaria y secundaria los apoyaron, este periodo también se caracterizó por las huelgas de solidaridad no sólo entre obreros, también en apoyo a campesinos e indígenas.

Durante las jornadas del 14 y 15 de septiembre de 1977 fue determinante la participación de los trabajadores sindicalizados, que junto con amplios sectores de la población y la ausencia de transporte culminaron con el exitoso paro, que fue más allá de ser laboral, tanto que exigió además del reajuste salarial del 50 por ciento, la congelación de precios y el levantamiento del estado de sitio. Fue una huelga política de masas que sepultó la reforma laboral de López Michelsen.

En las recientes protestas y paros que se vivieron en todo el país, los síntomas son los mismos que en el 77, la pauperización de los trabajadores hoy acentuada cada día por la alta corrupción de los gobernantes que hacen imposible la vida para la gran masa trabajadora, agravada aún más con la entrega de los territorios mineros para que sean explotados por las multinacionales, envenenadas las fuentes hídricas al servicio de la minería e hidrocarburos. Es la historia que se repite con nuevos elementos, pero en manos del hombre está rescatar las enseñanzas del pasado encontrar dónde se perdió la dirigencia, corregir los errores y modificar las condiciones para retomar el rumbo, que sea toda la sociedad la que empuje hacia un mejor futuro para acabar con el sistema de avasallamiento y degradación que hoy la consume.

Estos paros también, señalan el sempiterno abandono especialmente en el Chocó, la falta de vías, seguridad, hospitales, agua potable, cumplimiento de acuerdos, educación; los maestros prolongaron el paro no sólo por reivindicaciones económicas, sino por calidad de la educación, los empleados estatales se quejan de desniveles salariales e inestabilidad laboral, los taxistas cada vez perciben menos ingresos, los desplazados por la violencia exigen recuperar sus derechos. Sin embargo en las últimas décadas las luchas han sido aisladas, por lo tanto débiles, esto no ha permitido obtener beneficios laborales y en cambio el capitalismo ha arrebatado muchos derechos a los trabajadores.

En la pasada huelga de los maestros, los representantes que firmaron el acuerdo con el que se puso fin al conflicto tuvieron muy buen cuidado de ser laxos con las fechas e imprecisos con las palabras de tal forma que si bien el documento recoge los puntos que abordaba el conflicto, tanto descuido en su contenido hace casi imposible precisar cuáles fueron los acuerdos concretos a los que llegaron y en cuanto tiempo se va a producir su cumplimiento.

Las luchas para que produzcan frutos deben concentrarse, todos unidos por la misma causa, agrupar las peticiones comunes y todos los remeros empujar el barco para el mismo lado, los trabajadores deben elegir dirigentes que sí representen sus intereses de clase, que sean independientes de la burguesía, que no concilien, que no entreguen sus derechos, solo así se podrá pensar en un paro tan grande o más que el que conmemoramos el próximo septiembre, o en una gran huelga política de masas.


En un país donde los trabajadores llevan cuarenta años perdiendo derechos, sus luchas son muy dispersas, aunque hay varias centrales obreras estas no cumplen su misión, su verdadero rol ha sido dispersar las luchas, cerrar malas negociaciones colectivas, desarmar constantemente a los trabajadores, no dar educación sindical, muchas de sus nuevas convenciones y pliegos de peticiones son retazos incoherentes, ya es hora de cambiar esa falsa dirigencia, ya se les cumplió su hora, ¡no dejan avanzar!

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