Reforma tributaria: los ricos dilapidan, los pobres pagan


El gobierno de Santos alegó la necesidad de tapar el hueco fiscal y ganar la confianza de las calificadoras internacionales que junto con la OCDE le exigían promover, presentar y hacer aprobar la anti-popular reforma tributaria.

La causa principal de los seis billones de pesos de déficit en el presupuesto de la nación, está en los robos continuados que gobierno tras gobierno han ido mermando sus arcas, entre otros están los sobre-costos en la refinería de Cartagena, la destrucción y de nuevo construcción de la Avenida 26 en Bogotá y otras rutas interdepartamentales para beneficiar a ladrones como los hermanos Nule y Odebrecht, la destrucción y vuelta a construir del aeropuerto Eldorado en Bogotá para beneficiar al Consorcio Opaín y muchísimos más cuyo listado no cabría en esta página. Estas empresas recibieron contratos sin llenar siquiera los requisitos legales, es decir adjudicaciones a dedo porque sus amigos y socios corruptos estaban dentro del gobierno, además de otras triquiñuelas que tienen en la bancarrota al país con la intermediación de todos los politiqueros de turno que, adicional a sus millonarios sueldos, reciben multimillonarios dividendos de los contratos y ahora quieren que sea el pueblo el que pague sin haber recibido ningún beneficio, porque hay un montón de obras inconclusas, o mal diseñadas o simplemente la plata se ha desembolsado y la obra no existe.

Meses antes de la aprobación de la reforma tributaria se fraguó una fuerte campaña publicitaria gubernamental, con la complicidad de los medios de comunicación escritos, televisados y radiales, anunciando que iban a cobrarle impuestos a las bebidas azucaradas, a las empresas sin ánimo de lucro, a las iglesias, entre otras falacias, creando en la opinión pública la expectativa de que esta vez quienes iban a pagar por los robos continuados eran los capitalistas.

Como se ha vuelto costumbre, dos días antes de los festejos de fin de año que sirven como cortina de humo para engañar al pueblo, la reforma fue aprobada con la consabida irresponsabilidad por parte de los congresistas, a “pupitrazo limpio” -sin examinar su contenido- de tal forma quedaron grabados muchos artículos de la canasta familiar; insumos y herramientas agrícolas; un nuevo impuesto a la gasolina (este afecta directamente el transporte de alimentos); el impuesto al valor agregado (IVA) del 16% subió al 19% en muchos productos de uso básico para la mayoría de colombianos.

Sin embargo hubo otros rubros inexplicablemente exentos de impuestos como el armamento militar; aceites de palma; compras efectuadas en las zonas francas; alcohol carburante; biocombustible de origen animal o vegetal y otros más.

No hay que tener experticia para concluir que la reforma tributaria se fabricó expresamente para favorecer a los grandes empresarios y cargar a los trabajadores el pago del déficit fiscal, producto de la corrupción traducida en desfalco a las arcas de la nación de la cual son responsables los gobernantes y todos los politiqueros, pues el que menos roba se queda callado frente a los grandes desfalcos de los otros, esperando su turno, o para ponerlo como lema de campaña en las elecciones que se aproximan.

La reforma tributaria que representa una mayor rebaja salarial, concertada al final de cada año, se impone a los trabajadores con el beneplácito del congreso, los partidos políticos y las centrales sindicales. Los jefes de estas últimas mantuvieron desmovilizados a los sindicatos que dirigen, apartándolos del rechazo y el clamor del pueblo contra este zarpazo a su precaria economía. Aunque tienen toda la posibilidad de organizar a los trabajadores no lo hacen porque están entregados a la burguesía y sirven al capital. Los trabajadores no pueden seguir creyendo en las promesas falsas de tanto oportunista, deben fortalecer los sindicatos con independencia de clase, crear nuevos donde hacen falta y prepararse para frenar la arremetida del gobierno y los capitalistas contra su salario. La historia ha demostrado lo que se puede hacer con organización, unidad e independencia. Es hora de trabajar en ello para reconquistar los derechos.

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