El autómata firma, el proletario lucha y transforma
En la
actualidad son muy conocidos y repudiados por el pueblo en general los
escándalos de corrupción a nivel de todas las instituciones del Estado, al
igual que las medidas antipopulares de los gobernantes como por ejemplo el
represivo código de policía, la leonina reforma tributaria o el abusivo aumento
en el costo del transporte público, situaciones que despiertan el inconformismo
popular que se manifiesta en acciones espontáneas como bloqueo de vías,
plantones, mítines o cacerolazos por medio de los cuales las masas obreras
consiguen hacer oír su voz de protesta.
En medio del fragor de estos acontecimientos saltan a la
escena política grupos o personajes que se autodenominan “amigos del pueblo”
con iniciativas aparentemente innovadoras democráticas e “independientes” que
consisten en recolectar millones de firmas para “referendos”, “consultas
populares”, “revocatorias de mandatos”, entre otras.
Este tipo de
propuestas no se corresponden con la situación objetiva de los trabajadores que
exige soluciones reales y cambios verdaderamente sustanciales en el país; por
el contrario estas iniciativas están basadas en ideas erróneas respecto a que
la sociedad se puede cambiar a base de reformas y que no habrá por consiguiente
necesidad de lucha entre las clases sociales con intereses contrapuestos.
Propuestas como
estas que parecen muy democráticas y populares no dejan de ser engaños que
buscan manipular al trabajador y encausar su indignación para los fines
exclusivos de los pacifistas enemigos de las vías de hecho, las únicas que
históricamente han logrado que los trabajadores conquisten sus derechos; con
las firmatones los “amigos del pueblo” contribuyen a reducir el potencial
político e intelectual del obrero dejándolo al nivel de un autómata capaz
únicamente de firmar una petición o marcar una papeleta electoral; valor
equivalente al que le da la burguesía, que lo ve como simple bestia de carga.
Contrario a lo anterior, la política del proletariado basada en el
análisis concreto de la realidad, le permite comprender que el Estado es un
aparato al servicio de las clases económicamente dominantes, que las leyes
cambian según la dinámica de la lucha de clases, así cuando la fuerza del proletariado
estalla en las calles repercute directamente en el órgano legislativo del
Estado que se ve forzado a ceder ante las reivindicaciones populares, pero
cuando la clase obrera retrocede los explotadores avanzan y a través de su
Estado arrebatan todo cuanto esté a su alcance.
En conclusión NO
es la “fuerza” de la firma ni la idea moral o jurídica, lo que obligue a los
explotadores a ceder ante una exigencia obrera; lo verdaderamente determinante
son las fuerzas vivas del proletariado materializadas en hechos, las que
obligan a los capitalistas a retroceder ante la perspectiva del desarrollo de
un poderoso movimiento de masas capaz de transformar de manera definitiva este
caduco orden social por uno más acorde con el progreso de la humanidad.
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